Las portan los empleados de salario mínimo y los nuevos millonarios, al igual, pese al riesgo, los trabajadores de la construcción. En Brasil, prácticamente todos usan las "havaianas", unas sandalias de hule y plástica que ahora son famosas en todo el mundo.
Desde su presentación en 1962, las havaianas son junto al fútbol y la samba uno de los factores más importantes de "igualdad social" en el país, que tiene una de las sociedades con más estratos en el mundo.
Al principio se convirtieron en un artículo cotidiano para los brasileños de bajos recursos, pero las havaianas han trascendido tanto sus humildes orígenes como las fronteras del país para convertirse en un objeto de deseo en el mundo entero.
Se venden en las tiendas estadounidenses de lujo Bloomingdale's y Neimen Marcus, y son artículos codiciados por estrellas de Hollywood, la realeza europea y las princesas suburbanas desde Seattle hasta Seúl.
No sólo se han convertido en prendas de uso riguroso en las piscinas de Miami o en las playas de Cancún, sino que las havaianas han logrado colarse en los sitios más inesperados, desde las extravagantes altas pasarelas de París hasta la alfombra roja del premio Oscar.
Las emblemáticas sandalias ahora le pelean el puesto a la supermodelo Gisele Bundchen como la obra de exportación más famosa de Brasil. Y aunque la palabra "havaianas" significa hawaianas en portugués, estas sandalias se han convertido en algo parecido a un símbolo brasileño.
"Son frescas, coloridas, cómodas y elegantes", dijo el consultor de moda Abraao Ferreira, oriundo de Brasil. "Son la quintaesencia de lo que la gente encuentra atractivo sobre Brasil".
Los números avalan esa su perdurable popularidad.
El año pasado, se vendieron 210 millones de pares de sandalias havaianas en el mundo. Aunque se exportó el 15% de la producción nacional a unos 80 países, en Brasil se vendieron en 2011 suficientes sandalias para casi todos los hombres, mujeres y niños.
Según dicen, la horquilla o pata de gallo que separa el dedo gordo de los demás en las havaianas fue inspirado por las sandalias "zori" japonesas, el tradicional calzado utilizado por las geishas.
"Es cierto que algunos ejecutivos de Alpargatas (la compañía matriz) viajaron a Japón antes del lanzamiento" en 1962, dijo Rui Porto, un veterano ejecutivo de la empresa que ahora trabaja como consultor sobre medios de comunicación para la marca. "Pero el origen de este tipo de sandalias data de antes del principio de los tiempos, casi en la misma época en que se inventó la rueda".
"De hecho, por eso es que no hay patente para ellas", dijo Porto.
Sin embargo, con o sin patente, las havaianas han guardado como un secreto celosamente guardado la fórmula detrás de sus suelas blandas de goma.
Dado que la mayoría de sus competidores directos hacen sandalias más baratas con suela de plástico, las suelas esponjosas de las havaianas son consideradas como la clave del éxito de la marca, y su proceso de fabricación se mantiene en estricto secreto.
Tras admitir que están hechas de una mezcla de caucho brasileño e importado que se comprime y endurece con el uso prolongado, Porto se negó a ofrecer más detalles sobre el secreto de las suelas.
Al principio, las havaianas se produjeron en combinaciones con la suela blanca y cintas azul cielo, negras o amarillas. Se vendieron en los populares mercados callejeros, y rápidamente se convirtieron en un artículo tan fundamental para los pobres de Brasil que fueron incluidas entre los productos de primera necesidad, como el arroz y los frijoles, que el gobierno utiliza para calcular el aumento en el costo de vida.
"Las havaianas eran casi un sinónimo de pobreza", dijo Porto. "Se vendían como un producto básico, sin inversión en diseño, mercadotecnia o innovación, y todo el modelo de negocio dependía en incrementar la venta de pares de sandalias para reducir los costos de producción".
A principios de la década de 1990, cuando los competidores locales empezaron a ganarle mercado a las havaianas, los ejecutivos de la marca dieron un arriesgado giro de 180 grados en su estrategia. El plan, enfocado en reposicionar a las havaianas como un accesorio de moda, tuvo tal éxito que desde entonces se ha convertido en un caso de estudio de mercadotecnia en las escuelas de negocios.
La marca observó a los usuarios con inventiva que llevaban tiempo transformando sus sandalias bicolores en unas sandalias monocromáticas dándole la vuelta a la suela. En 1994, salió una nueva línea de havaianas de un solo color, en negro, azul marino, rosa o morado.
De pronto, los brasileños de clase media y alta, que no habían sido cautivados por las havaianas o bien las usaban exclusivamente en el corto trayecto de sus apartamentos frente al mar a la playa, se las pelean en múltiples colores para todo tipo de ocasiones.
Las señoras que almuerzan en el elegante barrio de Leblon las usan para asistir a visitas importantes como con sus peinadoras o hasta en citas amorosas. Los jóvenes de escuelas privadas las usan para marcar las porterías en los partidos de fútbol playeros. Acaudalados hombres de negocio las usan para pasear al perro o para ir a comer carne asada en una "churrasquería".
Las havaianas ahora vienen en cualquier combinación de 23 colores diferentes, algunas adornadas con llamativos estampados en las suelas o con añadidos de hule en las correas.
En la tienda de la marca en la Rua Oscar Freire, que es la versión de la 5ta Avenida neoyorquina en Sao Paulo, los aficionados a las sandalias pueden obtener unas hechas a la medida con especificaciones de color o con sus iniciales.
La ostentosa marca brasileña de joyería H. Stern ha hecho una edición limitada de seis deslumbrantes pares con diamantes y oro. El diseñador brasileño Gustavo Lins, que forma parte de la elite de los proveedores de la alta costura en París, envió una colección de prendas combinadas con havaianas. La marca también ha colaborado con Missoni para crear una línea de sandalias adornadas con el patrón zigzagueado, sello de la marca de lujo italiana.
Aunque los precios de las sandalias básicas, los modelos sin adornos, se han mantenido bajos, y se pueden conseguir al menudeo por unos 5 dólares, un par de los modelos más sofisticados puede conseguirse hasta en 28 dólares en Brasil. En Estados Unidos, la mayoría de los modelos pueden conseguirse en un rango de entre 20 y 30 dólares.
La modelo celebridad brasileña Andrea Dellal mantiene su asombroso apartamento en Río lleno de havaianas en cualquier color y tamaño posible.
"Tengo canastas llenas de ellas en las recámaras, y mis invitados y mis niños y sus amigos pueden usarlas", dijo Dellal.
Asimismo, agregó que tiene un recuerdo vívido de haber usado de niñas las havaianas cuando iba a la playa. Ahora las usa en todos lados.
"Las uso durante el día con mis vestidos Dolce & Gabbana porque son fáciles de ponerse y a veces las uso de noche con vestidos largos. Me encanta cómo se ven", describió Dellal, cuyas otras opciones de calzado incluyen tacones vertiginosos de Manolo Blahnik y de su hija Charlotte, que está detrás de la elegante marca londinense de zapatos Charlotte Olympia.
Sin embargo, a pesar de la adopción de las havaianas por la elite social, o quizá por eso, estas sandalias siguen siendo atractivas para sus usuarios originales en el fondo de la jerarquía de las clases brasileñas.
"Las clases populares están comprando más havaianas que nunca", dijo el consultor Porto. "No porque uno sea pobre no tiene el derecho de estar a la moda, y la gente en este sector tiende a ahorrar por diferentes modelos y muchos colores".
"Ven que sus jefes usan havaianas, ven que las estrellas del cine las usan y hasta a las estrellas extranjeras del cine, y se sienten orgullosos de usarlas".
Una sola fábrica en el estado de Paraiba en el noreste del país produce todas las chancletas, pero se está construyendo una nueva planta para satisfacer la demanda.
Las marca busca crecer en otras economías emergentes, como China y la India, pero su mercado principal seguirá siendo sin duda alguna brasileño, dijo Porto.
Para la clase trabajadora brasileña, que son la causa del éxito inicial de la marca, cualquier otra cosa sería impensable.
"He usado havaianas desde que me acuerdo", dijo Vania Lucia Ribeiro, una empleada doméstica de 32 años que vive en un distante suburbio de Río de Janeiro. "Las compro para mis niños y las compro para mí. No puedo imaginarme vivir sin ellas".
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