El Pais
Juan Arias
La presidenta Dilma Rousseff había hecho suya, al llegar al gobierno, la bandera a favor de una rebaja drástica de los tipos de interés para ayudar la recuperación de la economía. Sin embargo, al dispararse la inflación se vio obligada a ceder a las exigencias del Banco Central que del 7,25% de abril pasado ha pasado al 9,5% y ya se prevé que acabe el año con un 10%, alcanzado la cifra emblemática de los dos dígitos.
En el comunicado, el Banco Central advierte que la inflación constituye un riesgo para la economía y que a pesar de que demuestra una cierta disminución alcanza el 5,86%, por encima del objetivo del 4,5%.
“El Comité (de Política Monetaria) considera que esa decisión contribuirá a bajar la inflación y a asegurar que esa tendencia persista en el año próximo”, afirma el comunicado del Banco Central.
La decisión fue tomada por unanimidad entre los miembros del Comité Monetario, y ha sido contestada tanto por los sindicatos como por los empresarios. Paulo Skaf, presidente de la Federación de Industrias de São Paulo (Fiesp) considera que el nuevo aumento de intereses perjudica un momento propicio por el relanzamiento de la actividad económica. “Esta es más bien la hora de bajar los tipos de interés y de aumentar las inversiones públicas para volver a crecer”, afirma.
Brasil continúa presentando el crecimiento del PIB más bajo de los llamados Brics (un grupo formado además por Rusia, India y China, y en el que en ocasiones se incluye a Suráfrica) y en general la economía, si se exceptúa el campo del “agronegocio”, es decir de la industria derivada de la agricultura, se encuentra en dificultades para recuperar el crecimiento de los años pasados.
La presidenta Rousseff, se ha encontrado durante su mandato con el difícil dilema de controlar la inflación, que es la mayor enemiga de las clases más bajas y que golpea a la nueva clase media llegada de la miseria, o hacer crecer la economía.
Su deseo era poder bajar los tipos de interés sin que se notara en la inflación. No fue posible y ahora, en vísperas de las elecciones presidenciales del año próximo, ha dejado luz verde al Banco Central para que, aunque contra sus deseos, vuelva a aumentar los interese convirtiéndolos en los más altos del mundo.
Todo, dicen sus asesores, antes que pueda dispararse la inflación en un año electoral ya que los votos al Gobierno le vienen mayoritariamente de las capas más bajas de la población, que son las más beneficiadas por las políticas sociales.
Ese miedo a un aumento de la inflación es mayor si cabe ya que el Gobierno está en vísperas de un aumento del 6% de la gasolina según ha anunciado el ministro de Minas y Energía, Edison Lobão que podría aumentar los precios aún más.
El aumento de la gasolina, que Rousseff ha estado retrasando todo lo posible, se ha hecho inevitable, ya que Petrobrás, que sufre una fuerte crisis de caja, está comprando combustible a un precio mucho mayor de lo que la permiten vender a los consumidores.
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