Andrea Domínguez Duque
La primera mujer en llegar al poder en el país, cada día convence más, según sondeos y columnistas. Cuando Lula le pasó la faja presidencial a Dilma Rousseff hace exactamente 100 días, los electores todavía tenían muchas incógnitas acerca de la mujer que acababan de elegir para comandar los destinos de Brasil.
Tres meses después de haber dado el primer taconazo en el Palacio de la Alborada, a los brasileños no les queda duda de que la economista y exguerrillera tiene temple para gobernar el 'país-continente'. Así lo ratifican las columnas de opinión, las conversaciones de ascensor y la encuesta de Ibope, según la cual, 56% de los brasileños aprueba su gestión y que 73% aprueba su estilo de gobernar.
En éste último aspecto, la forma, está la principal sorpresa de este gobierno. Criticada a lo largo de la campaña por su rigidez, falta de carisma e inexperiencia política, como Presidenta ha sido elogiada por ser ejecutiva: comienza las reuniones en punto, pide cuentas a sus ministros, habla poco con la prensa y no le tiembla la mano a la hora de descabezar funcionarios insubordinados. En pocas palabras, Dilma logró forjar su propia identidad como gobernante de un pueblo que hasta hace poco la desconocía.
Y en esa cuidadosa construcción de su imagen política ha tenido gestos de estadista, como el haber invitado a sentarse a la mesa con Obama a los ex presidentes brasileños de la era democrática, incluido Fernando Henrique Cardoso, con quien Lula sostiene una enconada batalla verbal. En cuanto al contenido, hay consenso en que la nueva orientación de la política internacional de Dilma que es positiva. Hay un compromiso más firme con la defensa a los derechos humanos, materializado en el apoyo de Brasil a la solicitud de la ONU para que Irán reciba un enviado especial que verifique la situación de garantías fundamentales en ese país.
Elogios del Fondo Monetario Internacional
Pero en materia de economía la situación presenta muchos más matices. Desde la óptica de la gran empresa, los recortes en el gasto público, el aumento de la tasa de interés y la negociación del salario mínimo con base en la indexación, han sido acciones acertadas.
Incluso el Fondo Monetario Internacional elogió esta semana las medidas tomadas por el gobierno para contener la alta inflación, que se mantiene como uno de los mayores desafíos del actual gobierno. Pero en opinión del sociólogo y politólogo Rudá Ricci -uno de los miembros creadores del PT- y actual integrante del Observatorio Internacional de la Democracia Participativa, la agenda económica de Dilma en los primeros tres meses no fue positiva y refleja una centralización de recursos contraria al espíritu de un estado federativo.
"El recorte de 50 billones de reales en partidas para los municipios es muy delicado en un país como Brasil: el año que viene hay elecciones y para un alcalde o un gobernador es fundamental que su diputado federal consiga recursos para terminar las obras prometidas a la gente. Otro caso es el del salario mínimo (que quedó por debajo de lo que negociaban las centrales obreras). Aun así, Dilma obtuvo estos altos niveles de popularidad.
¿Cuál es la magia? Que logró trabajar con pragmatismo y racionalidad acuerdos tras bambalinas", explica Ricci. Entre esos acuerdos, el analista menciona que Dilma prometió aplazar el corte de las partidas para los municipios para después de junio, y todavía se está negociando un mayor aplazamiento, que no afectaría las promesas electorales.
Y para contentar a los sindicalistas, dice Ricci, Dilma ofreció la reglamentación de participación de dirigentes sindicales en los consejos de empresas estatales (participación por la cual, por ley, cada uno recibiría cerca de 8 mil reales mensuales). "Ella ha adoptado una gestión por resultados, pragmática y típicamente empresarial y demuestra una gran capacidad -sin mucho pudor- para negociar recursos públicos que atraigan fuerzas políticas, la diferencia con Lula es que ella es discreta", concluye Ricci. El doctor en historia social y miembro del Instituto Millenium, Marco Antonio Villa, también es crítico con la actual gestión.
"Tenemos un nuevo comando del mismo modelo que comenzó en 2003, sólo eso. La bandera del gobierno, el Programa de Aceleración del Crecimiento, es un fracaso como lo prueba el estancamiento en obras como los aeropuertos y los puertos.
En lo económico, la inflación es evidente y muy grave. Y si hablamos de los recortes en el presupuesto por valor de 50 billones de reales, lo que vemos es una enorme ineficiencia pues no es posible que un gobierno haga su plan de gastos y dos meses después haga un recorte de esta naturaleza".
Hace ocho días, con su ya característica discreción, Dilma apareció con poquísima escolta y aspaviento en un teatro en Sao Paulo para ver la obra "La luna viene de Asia", tal vez un preludio de su viaje a China, donde hoy se encuentra estrechando relaciones con el mayor socio comercial de Brasil. Su tarea apenas comienza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario