Ilustración: Patricio Otoniel
Patricia Ameijeiras
Brasil reaparece en el escenario internacional, y esta vez parece que lo hace de forma permanente. Actualmente, es reconocido como una de las economías emergentes más importantes del mundo, junto con Rusia, China e India, las denominadas (BRIC).
El auge de la economía brasileña en los últimos años ha sido reconocido en todos los ámbitos y le ha concedido un nuevo estatus como actor político internacional. Muchos se preguntan, sin embargo, si ese nuevo estatus de ‘Imperio brasileño’ ha llegado para quedarse o simplemente es consecuencia de una situación internacional marcada por una crisis económica que ha provocado que Estados Unidos viva un momento de semi estancamiento, y Europa no tenga unas expectativas de crecimiento muy optimistas para los próximos años.
La respuesta parece clara para la mayoría de los analistas, quienes opinan que Brasil no es una potencia económica y política fugaz, que ha llegado para quedarse, y si bien tiene deficiencias y problemas graves por resolver, su economía es fuerte, estable y sólida.
Brasil, nuevo actor político internacional
En términos absolutos, Brasil siempre fue un gran país: es, en cuanto a población y territorio, uno de los cinco mayores del mundo, y el sexto por su peso económico nominal. Esto, sumado a los masivos descubrimientos de petróleo en su costa, ha contribuido a reforzar el papel de potencia que ha venido labrando en los últimos 10 años, con base en su crecimiento económico y su capacidad de liderazgo político, el cual ha ido creciendo hasta convertirlo en un actor ineludible en varias negociaciones multilaterales.
Los datos económicos del país son positivos: en el 2010 creció un 7,5 % y creó un millón de empleos estables, y aunque las previsiones para el 2011 son menores, siguen siendo positivas, con un aumento del PIB del 3,5 %. La inflación es alta, pero controlada; el consumo interno se mantiene al alza y las reservas monetarias son de 350 mil millones de dólares, suma suficiente para proteger la economía local del contagio de posibles turbulencias provenientes del exterior.
Tampoco debemos olvidar los masivos descubrimientos de petróleo, que pueden convertirlo en el séptimo país con mayores reservas petrolíferas, y la existencia de un fuerte sistema bancario, así como la organización de la Copa del Mundo de Fútbol, en el 2014, y los Juegos Olímpicos, en el 2016, eventos que son otro motor de dinamismo y atracción de negocios a medio plazo.
Todos estos factores económicos han hecho que, junto con Rusia, China e India, Brasil fuese reconocido como una de las economías emergentes más importantes del mundo. Esto le ha permitido sentarse a la mesa de negociación con las principales economías del mundo, como en el G-20, durante las últimas crisis financieras, donde mostró su liderazgo al asumir el papel de portavoz de la región.
La mayor influencia de Brasil en el escenario internacional se debe, según explica Mauricio Montoro, politólogo y profesor de Relaciones Internacionales en la Fundación Getulio Vargas de Río de Janeiro, a la combinación de tres factores. "El crecimiento de su economía, que es la sexta más grande del mundo; su estabilidad democrática en una región de Latinoamérica donde esto no es común e incluso no lo ha sido en la historia brasileña y, por último, y que ese crecimiento en democracia ocurre con inclusión social. Hay 40 millones menos de pobres que hace 10 años, y aunque todavía hay mucha desigualdad, ésta está disminuyendo constantemente desde hace 15 años. En suma, esa conjugación de factores brinda a Brasil una estabilidad internacional como potencia en ascenso".
Motores de la economía brasileña
Los motores de la economía brasileña son las materias primas y la energía, los denominados productos primarios. De hecho, del total de las exportaciones brasileñas en el 2010, que ascendieron a 202 mil millones de dólares, el 45 % corrieron por cuenta de esos productos básicos. La exportación de azúcar y etanol ascendió a 14 mil millones, la de carne a 13 mil millones, las de petróleo y sus derivados alcanzaron los 23 mil millones, los productos mineros los 31 mil millones, la soja y derivados los 17 mil y el café los 6 mil millones de dólares.
El problema reside en la fluctuabilidad de los precios de estos productos en el mercado internacional, indica el politólogo Mauricio Montoro. El experto explica, además, que, impulsado por la demanda china e india de sus materias primas, Brasil tuvo "un crecimiento muy grande de la economía; eso no es malo, pero lo que sí es malo es que no estamos aprovechando este momento muy bueno para hacer las inversiones que se necesitan en educación, en infraestructuras, para superar esos retrasos históricos que tiene Brasil".
Por eso, advierte, "corremos el riesgo de que, cuando esos precios bajen, la economía brasileña entre también en una mala situación, lo que ya sucedió muchas veces en el pasado brasileño, por ejemplo con el café, el azúcar y la goma". De ahí que, "no invertir en tecnología es un problema, aunque ese problema no sería tan serio como en el pasado, porque, ahora tenemos un mercado doméstico muy fuerte, y las exportaciones no poseen tanta importancia en la economía brasileña, como es el caso en Europa. El peso de la exportaciones es el 15 % del PIB, luego Brasil aún es una economía más orientada hacia adentro que hacia afuera".
El imperialismo económico de Brasil
Este potencial económico ha llevado a muchos analistas a afirmar que existe el imperialismo económico de Brasil, idea que comparte Montoro. "Las empresas brasileñas están muy presentes en toda Latinoamérica,” argumenta, “con muchas inversiones, con muchas adquisiciones en otros países, incluso en Argentina, país que, en la mayor parte de su historia, fue un rival económico y que ahora adolece casi de dependencia económica, pues la industria argentina depende mucho del mercado brasileño".
Pero, además de Sudamérica, la internacionalización se ha dirigido hacia otros ámbitos geográficos, muy relacionados con la política exterior del Gobierno brasileño y con su intención de convertirse en un actor internacional imprescindible. Por ello, las principales inversiones brasileñas en el exterior se dirigen a sus vecinos latinoamericanos y a China y África.
En este último, la influencia y el dinamismo económico de Brasil se ven como algo positivo, como una prueba de que el desarrollo es posible. "La influencia del gigante latinoamericano en la economía africana aún es pequeña, el comercio africano no es ni siquiera el 10 % del comercio exterior brasileño. Sin embargo, la presencia brasileña en algunos países africanos, como Mozambique, es muy fuerte", explica Montoro.
Un ejemplo de ese dinamismo son Petrobras y la minera Vale, dos gigantes muy activos en la región. En Mozambique, país lusófono como Brasil, Vale invirtió 1.700 millones de dólares en la mina de carbón de Moatiza (noroeste) y prevé invertir 2.000 millones más en otros proyectos. Sus actividades dan trabajo a unas 10.000 personas, incluyendo la cadena de subcontratistas.
Donde Brasil si tiene una fuerte presencia es en China, su principal socio comercial. En realidad, desde el 2008 hasta la actualidad, las exportaciones pasaron de 16,52 mil millones de dólares a 30,78 mil millones, mientras, en el 2010, las importaciones registraron unos 25,60 mil millones. La mayor expansión comercial se registró en ese año, con un 52 % en total.
A pesar de estas cifras, la postura con respecto a China es muy contradictoria en Brasil, afirma Montoro. "Si uno habla con la gente de la agroindustria y la agropecuaria, se debe concluir que China es una enorme oportunidad. Pero si se habla con gente del sector industrial, se concluiría que el país asiático es una amenaza, no sólo en el mercado doméstico brasileño, sino también en algunos mercados de exportación muy tradicionales que Brasil tenía en Sudamérica, mas ha perdido, como consecuencia de la competencia china".
Los problemas de la economía brasileña
A pesar de su potencial económico, Brasil aún padece disfunciones en su sistema productivo y, extrañamente, está al margen de los mercados más dinámicos y sofisticados, con la rara excepción de la industria aeronáutica.
A juicio de Montoro, el principal problema es el de la deficiente infraestructura. "Nuestras carreteras y aeropuertos son aún muy malos, además de la dificultad de tener inversión privada o pública, para estas infraestructuras".
Otro de los grandes lastres para la economía es la educación, especialmente de cara al el futuro. "Es muy mala, una de las peores de Latinoamérica y está muy por debajo de las necesidades de una economía moderna, con innovación tecnológica y desarrollo; Brasil debe conceder la máxima prioridad a este aspecto", argumenta.
Pero, además de los problemas internos, Brasil depende, aunque mucho menos que otros países, de factores externos, el peor de ellos es la crisis monetaria. "Esto ya es un problema económico muy serio, porque tiene efectos muy perjudiciales para la economía brasileña, para las exportaciones, y es aún más grave porque la moneda de China y de Estados Unidos, que son los principales mercados brasileños, están muy devaluadas, lo que dificulta aún más la situación brasileña. Pero, sobre todo, es un problema ahora para los sectores industriales brasileños, para la competencia con las importaciones chinas, norteamericanas o de otros países, y también para la conquista de mercados de exportación de los productos brasileños", explicó Mauricio Montoro.
Conclusión
Todo esto demuestra que Brasil posee las credenciales para asumir un papel más importante en el escenario internacional. A su favor tiene la estabilidad política de su régimen democrático, una gestión económica responsable y de relativa apertura e inversión internacionales, unas estructuras de mercado consolidadas y un papel predominante en el contexto Sur-Sur y en el ámbito BRIC.
Los principales puntos débiles de Brasil se sitúan ante todo en el plano interno y no en sus vínculos internacionales, y residen mayormente en la excesiva carga fiscal, la insuficiente inversión productiva y las deficiencias educativas, factores que limitan las posibilidades de más crecimiento e innovación tecnológica con calidad competitiva a escala mundial. Además, deberá hacer un gran esfuerzo interno con reformas de modernización con vistas a organizar su sistema productivo y mejorar sus estructuras científicas y tecnológicas. La ventaja es que sus reformas sólo dependen de la voluntad de sus Gobiernos y no tanto de circunstancias externas. En suma, se puede concluir que "Brasil ya es un imperio económico, al menos en Sudamérica", concluyó Montoro.
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