Gustavo Segré
Conocí Brasil en enero de 1982 y con 17 años soñé con construir mi futuro aquí. Mi padre había sido nombrado director de un banco argentino en San Pablo y esta ciudad, después de Buenos Aires, sería mi segundo hogar.
Por esas cosas de la vida, estudié en detalles la historia económica brasileña contemporánea, historia que viví personalmente desde comienzo de los 80. Hoy les enseño a jóvenes brasileños en mis clases de Relaciones Internacionales cómo fue vivir el cambio de un país, considerado poco serio por el presidente francés Charles de Gaulle, a la potencia económica de la actualidad.
La década de los 80 fue llamada como "La década perdida", con un crecimiento de la economía que fue prácticamente cero. Esta década nefasta se generó por el peso de la deuda externa, un excesivo proteccionismo de la industria nacional, expresivo déficit fiscal, falta de recursos por parte del gobierno para invertir en el desarrollo del país - y de su industria- y una inflación absolutamente fuera de control.
En tres años, la moneda brasileña perdió seis ceros. Las estaciones de servicio no abrían los fines de semana porque no había nafta (no se producía suficiente petróleo); los supermercados y negocios no aceptaban tarjetas de crédito. Las máquinas más vendidas eran las etiquetadoras que posibilitaban que los precios de los productos en las góndolas se cambien durante el día. En esa época, el PIB brasileño era US$ 10.000 millones menor que el PIB de Argentina.
Brasil recibió la visita del presidente norteamericano Ronald Reagan en 1982, quien en el banquete de honra propuso un brindis al "pueblo boliviano". Esa anécdota demuestra la poca importancia de Brasil en el contexto internacional.
Un proteccionismo con medidas para-arancelarias contrariando a la Organización Mundial del Comercio (OMC) y un programa de sustitución de importaciones -que sólo quedó en una intención- generaron faltante de productos en el mercado y una pérdida de los precios relativos. Brasil carecía de lo más importante para una nación: un proyecto de futuro.
La década del 90 comenzó con Fernando Collor de Melo como presidente, después de ganar la primera elección que Luiz Inácio Lula da Silva disputara. El mandatario abrió Brasil al mundo y obligó a las empresas a ser competitivas. O la empresa mejoraba o desaparecería. Redujo en forma abrupta las alícuotas de importación y aceleró el proceso de integración con Argentina, Paraguay y Uruguay a través del Mercosur. De importar US$ 8.000 millones en 1990, pasó a importar US$ 61.000 en 1997. Se comenzó el "círculo virtuoso del cambio", aumentando la competencia de la industria, la reducción de la tasa de interés que acrecentó la producción industrial y un aumento la demanda de mano de obra.
Si bien el camino había llegado en el punto de inflexión, aún existía un serio problema: la inflación. Dos fracasados planes, Collor I y Collor II, un nuevo cambio de moneda y unacrisis política por la posibilidad de corrupción del presidente coloca en el primer escalón de la política brasileña al vicepresidente Itamar Franco.
A fines de su mandato, nombró a Fernando Henrique Cardoso como ministro de Economía, quien luego instrumentó y puso en práctica el "Plan Real". Fue la última vez que Brasil debió mudar su moneda y con la inflación bajo control, tomó el camino del crecimiento. Henrique Cardoso fue elegido presidente, y re-elegido nuevamente contra un Ignacio Lula da Silva que insistía en candidatearse para las elecciones presidenciales con el discurso sindical.
Luego de la crisis económica en México (1995) y en Rusia (1998), el entonces gobernador del estado de Minas Gerais, Itamar Franco -el mismo que instrumentó en su gobierno como presidente el Plan Real-, declara la moratoria de la deuda externa provincial y genera un problema de impensada magnitud para el país: la desvalorización del real en enero de 1999.
Sin embargo, lo que a priori era un obstáculo se transformó en una salvación para la modernización de la economía. Cardoso hizo que Brasil continuara integrándose al contexto internacional del libre mercado, dejando de lado el proteccionismo de los 80 y reforzando el aumento de la competitividad de su industria por medio del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social.
El país llegaría con problemas estructurales hasta las elecciones presidenciales de octubre de 2002. Lula da Silva disputa la elección presidencial por cuarta vezcontra el candidato oficialista Jose Serra. Lula, un sindicalista que cursó hasta el quinto grado de la escuela primaria, es proclamado como presidente. La pregunta del mercado era si el flamante mandatario respetaría los contratos internacionales o haría de Brasil un gran sindicato aumentando en forma descontrolada al funcionalismo público.
Lula entendió que podría entrar en la historia como "el presidente que cambió Brasil" y en lugar de abandonar lo realizado por su antecesor, se dedicó a mejorar lo hecho y dirigir sus acciones hacia políticas de largo plazo (políticas de estado).
El programa social "Hambre Cero", instrumentado por el anterior presidente, fue modernizado y denominado "Bolsa Familia". Políticas sociales, que no deben ser confundidas con asistencialismo electoral, y el crecimiento de la economía, incluyeron30.000.000 nuevos consumidores en el mercado.
Se generó un proyecto sustentado de aumento de las exportaciones brasileñas abriendo nuevos mercados e incluyendo en la pauta exportadora productos con mayor valor agregado y también productos primarios en que tenía poca participación a nivel internacional. Las inversiones de las empresas controladas por el Estado (pero mixtas desde el punto de vista accionario) permitieron que se convierta en un país autosuficiente en petróleo. La seriedad en sus cuentas públicas y el férreo control de la inflación le dieron el grado de inversión "investment grade".
Un aumento consistente de sus exportaciones y el masivo ingreso de inversiones extranjeras posibilitaron que sus reservas internacionales aumenten considerablemente, yde ser deudor internacional en la asunción de Lula como presidente, pasó a ser acreedor internacional, prestando dinero a Argentina y al FMI.
En enero de 2011, asume el más alto escalón de la política pública una mujer. Dilma Rousseff daría continuidad a la política de su antecesor, reforzando lo que está bien y cambiando lo que puede ser mejorado. En su primer año de gestión echó por sospecha de corrupción a seis ministros. Fue instrumentada una ley electoral que determina que, para el caso de corrupción del intendente o gobernador que requiera la realización de una nueva elección, la misma será pagada por el funcionario corrupto, además de devolver los fondos robados bajo pena de proceso criminal.
La inflación continúa siendo el principal objetivo del gobierno brasileño, la política monetaria es explicada en detalles por medio de las actas del Consejo de Política Monetaria, y el país está en la agenda política de los principales interlocutores del mundo.
Como próximos desafíos, Brasil debe invertir en la mejora de la educación de su pueblo, con base en los modelos de Chile y Corea del Sur. También necesita unadepuración urgente de su cuadro político, en que la mayoría de sus congresistas poseen causas judiciales por sospecha de corrupción.
Es necesario humildad para reconocer que otro presidente, muy probablemente del partido opositor, hizo algunas cosas bien y que no es necesario reinventar el país a cada cuatro años reforzando políticas de gobierno, cuando la solución está en trabajar con políticas de estado. Brasil es respetado como nación en los medios internacionales, juega en las grandes ligas de la economía mundial y es una cuestión de tiempo para que se siente en una silla del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Es la sexta economía del mundo (y será la quinta en 2013, pasando a Francia) y treinta años después, su Producto Interior Bruto es cinco veces el de Argentina. El presidente norteamericano Barack Obama sabe perfectamente donde queda Brasil, y que su pueblo es brasileño, no boliviano.
Como decía el escritor español Baltasar Garcián: "Es preferible pecar por ejecutivo que por ineficaz. Es en la balanza entre los aciertos y los errores donde se mide el verdadero valor de una persona, y no en la falta de errores de quien no ha sido capaz de tener aciertos".
Hace años que no veo huelgas generales, cortes de rutas, cortes de avenidas importantes, estaciones de servicios sin poder abrir, negocios que no aceptan tarjetas de crédito o cambios de moneda. Brasil tiene los problemas de los países con grandes poblaciones y grandes territorios geográficos, pero la población brasileña - y quienes sin ser brasileños residimos en este país - observamos que el objetivo principal es mejorar día a día.
Gustavo Segré es socio director de la consultora Center Group Argentina y Brasil. Es profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Paulista.
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