jueves, 20 de junio de 2013

Claves del despertar 'indignado' brasileño

El Mundo.es

Germán Aranda | Río de Janeiro


El amplio seguimiento en el octavo día de protestas en Brasil por el aumento del precio del transporte público acabó de convertir lo que arrancó el martes de la semana pasada como una manifestación puntual en un importante movimiento de indignación contra los poderes públicos del país.

Al menos 240.000 personas salieron a las calles en 11 capitales del país en las mayores manifestaciones en el país desde las que en 1992 precedieron al 'impeachment' del presidente Collor de Mello por corrupción. En Rio de Janeiro, 20 policías y 9 civiles acabaron heridos en la mayor manifestación del país, con 100.000 asistentes.

En Sao Paulo, ciudad donde se iniciaron las concentraciones, 65.000 personas salieron a la calle y en Brasilia, donde se juntaron unas 7.000,un centenar de manifestantes ocupó el techo del Congreso Nacional en un simbólico gesto. ¿Por qué el pueblo brasileño, generalmente poco movilizado, ha salido a las calles estos días?

  1. 20 céntimos como detonante. Los transportes públicos ya eran caros en relación a los sueldos (el mínimo es de 237 euros en Brasil) y lo son más con la subida de veinte céntimos que se ha llevado a cabo en las últimas semanas en todo el país. En Rio, ha pasado de 2,75 reales a 2,95 (1 euro) y en Sao Paulo, de 3 a 3.20 (1,10 euros). Fueron, sin embargo, otras cuatro capitales (Cuiabá, Porto Alegre, João Pessoa y Recife) las que decidieron rebajar las tarifas después de las manifestaciones.
  2. Una inflación insostenible. La vivienda, los electrodomésticos o el carro de la compra se están convirtiendo cada vez en bienes más prohibitivos para las clases populares brasileños debido a un aumento de los precios que ahoga su capacidad adquisitiva. Según los índices del mes de mayo, en los doce meses anteriores la inflación acumulada fue del 6,49%. El Banco Central anunció ayer mismo un aumento del 0,5% en los intereses para contener la inflación y revertir su crecimiento. La desaceleración económica (del 7,5% de crecimiento en 2010 se ha caído al 0,9% de 2012) también ha frenado la creación de empleo.
  3. Megaeventos en vez de servicios públicos. Pese a que la inversión en sanidad y educación han crecido en los últimos años, los manifestantes (en las plazas y a las puertas de los estadios), han reprochado a las autoridades que se hayan preocupado más de gastar dinero público en recintos deportivos (para el Mundial de 2014 y los Juegos de 2016) en lugar de en servicios públicos, que son todavía de muy bajo nivel. Los estadios más caros de la Copa Confederaciones, en Brasilia y Rio de Janeiro, han costado 1.200 y 1.000 millones de reales hasta la fecha. A las puertas de ambos se dieron lugar durante el fin de semana manifestaciones que acabaron con los policías sofocando las protestas con gas lacrimógeno, pimienta y balas de goma.
  4. "Dilma, tú estabas aquí". Los manifestantes no han escatimado ataques a la presidenta Dilma Rousseff, a la que han recordado su pasado guerrillero y activista. Cada vez son más los que consideran que el gobernante Partido de los Trabajadores (PT) se ha burocratizado y ha perdido la esencia de base con la que se formó para modernizar la izquierda. La reacción de la jefa de estado a las manifestaciones, por ahora, ha sido la de respetarlas e incluso expresar su "orgullo" por el hecho de que salgan a la calle, lo cual demuestra según ella que existe "una democracia más fuerte" en el país. Como si el mensaje no fuera dirigido hacia ella.
  5. Corrupción: Además del alejamiento de las bases, el partido del gobierno y sus aliados (como tantos otros también en la oposición) ha acumulado episodios de corrupción en los últimos años, resumidos en el gran juicio al escándalo del mensalão en el que 25 personas (entre ellos altos cargos del gobierno de Lula) fueron condenadas por desvío de dinero público para comprar apoyos parlamentares. En el gobierno de Dilma, hasta siete ministros fueron destituidos tras ser relacionados con casos de corrupción. La percepción de que si todo el dinero que se quedan los políticos fuera a los servicios públicos éstos mejorarían notablemente es cada vez mayor.
  6. Brutalidad policial: La excesiva represión policial a una protesta más bien pacífica el pasado jueves encendió más la llama de la indignación. El uso de balas de goma acabó con decenas de heridos y en Internet se hablaba de emboscadas y cargas indiscriminadas incluso a paseantes ajenos a las protestas. El propio alcalde de São Paulo reconoció los excesos de la policía, que ayudaron a que más gente se echara a las calles. Este sábado, la impotencia para refrenar los actos vandálicos aislados en el centro de Rio de Janeiro llevó a algunos agentes a disparar con armas de fuego e hirieron de bala a tres de ellos. La Policía Militar carga con una fama de corrupta y violenta debido a los miles de muertos (muchos de ellos inocentes) que se cobra anualmente en su guerra abierta al narcotráfico y a los cuerpos paramilitares que se forman dentro y alrededor de ella. La ONU, que ya ha recomendado en numerosas ocasiones su desmilitarización, pidió ayer que se investiguen los excesos de la Policía Militar en las manifestaciones, así como que se garantice el derecho a la protesta pacífica.
  7. La consolidación de la clase media y de las redes sociales: La salida de 19,3 millones de personas de la pobreza o la entrada de unos 35 millones a la heterogénea clase media brasileña (que pasó del 38% en 2002 al 53% en 2012) ha permitido que gran parte de la población entienda sus derechos y exija un servicio público de calidad. La reducción del analfabetismo, el crecimiento de estudiantes universitarios y en general una mejoría en la educación (pese a sus grandes deficiencias) han ayudado a la concienciación global de masas anteriormente menos informadas. El uso de Internet también ha facilitado el acceso a información. El 48% de la población tenían acceso a la red en 2011 por un 27% en 2007. Redes sociales como Twitter y Facebook, consolidadas en los últimos tres años en Brasil, han ayudado a cohesionar las protestas sociales.

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