viernes, 24 de diciembre de 2010

Brasil, potencia emergente latinoamericana


Series: Cambios Globales

De las grandes economías del mundo, la de Brasil, considerado tradicionalmente como ‘el país del futuro’ mas no del presente, ha sido la que ha salido mejor parada de la crisis financiera mundial.

De los 34 miembros de la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo (la OCED), Brasil es el único país que no ha sufrido la recesión. Por el contrario, la crisis del G-8 ha dado un papel más importante al G-20, grupo en el que Brasil es de los más prominentes.


En 2008 este país pasó de la categoría de “deudor” a “acreedor” internacional en parte gracias a un crecimiento sostenido alrededor del 5%. El mercado de la bolsa brasileño es el más grande de la región y el cuarto mayor del mundo. Al dinamismo económico se suma el descubrimiento de petróleo en su zona marítima.

Junto con India, China y otros emergentes Brasil no es considerado parte del problema sino de la solución a la crisis. La creciente demanda interna de estos gigantes serán en gran medida motores de la reactivación de la economía mundial.

Mientras el país se prepara para cambiar de presidente, el mandatario saliente, Luis Inácio (Lula) da Silva, se ha transformado en uno de los políticos más famosos del planeta. Esta popularidad se debe al peso creciente que su país ha logrado en la economía mundial, en foros multilaterales, en las relaciones Sur-Sur, y en los nuevos tipos de vínculos entre Estados Unidos, Europa, Canadá y las potencias emergentes.

Le sucedan cualquiera de los dos candidatos favoritos --Dilma Rousseff, ex Jefa de Gabinete de Lula, o Jose Serra, candidato por el Partido Social Democrata Brasileño-- el país difícilmente cambiará su orientación que le conduce a ser una gran potencia en un mundo multipolar.

El ascenso de Brasil ha sido especialmente vertiginoso durante la presidencia de Lula. Cuando en 2001 el banco de inversiones Goldam Sachs lanzó el acrónimo BRICS indicando que Brasil, Rusia, Indica y China serían potencias claves en el futuro próximo, muchos economistas dudaron que Brasil mereciera ser parte de ese grupo. Ahora nadie lo duda.

El impacto exterior de Brasil es en parte una extensión de su éxito interior. Desde 2002 Lula da Silva continuó con el modelo establecido por su antecesor, el economista Fernando Henrique Cardoso, fomentando tres ejes. Primero, impulsar el crecimiento económico basándose en políticas de ajuste y mantener baja la tasa de inflación. Segundo, derivar recursos para la lucha contra la pobreza. Y tercero, una fuerte presencia internacional.

Lula puso más énfasis en el componente social. Su programa contra la pobreza ha sido también muy exitoso, combinando acceso a agua potable y precios especiales para el gas con cuidado pre y post natal, un salario mínimo para los pobres, y subsidios a la alimentación. Todo ésto con la condicionalidad que los núcleos familiares que aceptasen escolarizar y vacunar a sus hijos. El resultado de este programa implementado por las municipalidades y denominado Bolsa de Familia ha sido muy bueno y es un modelo que pueden seguir otros países con problemas de pobreza.

Durante los últimos años se ha ampliado el consumo interno, creció la clase media (al contrario que en otros países de la región donde se ha visto disminuida), y ha logrado un crecimiento económico del 5%. El país es un gran exportador de productos agrícolas: azúcar, café, maíz, carne de pollo y cerdo, soja. También, vende aviones, vehículos, acero, petróleo y etanol.

Gracias a una buena gestión y a la aplicación de tecnología, las exportaciones se han triplicado desde 2002. A la vez Brasil, alcanzó la autosuficiencia energética en 2006. Gracias a la producción de etanol es el país más avanzado en eficiencia tecnológica aplicada al transporte. Los coches brasileños pueden usar gasolina normal o etanol hidrogenado. El 90% de ellos usaran Etanol en el 2020.

La diplomacia brasileña tiene un alcance crecientemente global. Partiendo desde América Latina está teniendo una manifiesta presencia en países de Africa (especialmente ex colonias portuguesas y en Sudáfrica), en India, Rusia, China, Irán y los Territorios Ocupados de Palestina. Por su lado, la Unión Europea ha dado a Brasil condición de país preferente para sus relaciones políticas y comerciales.


Itamaraty, como se denomina a la diplomacia brasileña debido al nombre del edificio que ocupa en Brasilia, ha puesto especial énfasis en la relación con otros países del Sur. Esto le ha reportado grandes beneficios económicos, dados que los emergente y gigantescos mercados internos de China e India le han comprado en la última década grandes volúmenes de productos agrícolas. En 2009 China se convirtió en el principal socio comercial de Brasil, desplazando a Estados Unidos.

Brasil ocupa además un creciente espacio geopolítico a través de proyectos de cooperación internacional, por ejemplo en Africa o Timor Oriental, y la participación en misiones de paz, como la de Naciones Unidas en Haití. Igualmente, ha tenido un papel destacado en la conferencia mundial sobre cambio climático que se celebró en Copenhague en 2009. Estos pasos le otorgan más legitimidad y fuerza para su aspiración de ser un futuro miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU.

Esta aspiración se complementa con su interés en que haya un cambio en las formas de gobernabilidad global. O sea que no se trataría sólo de integrarse en el Consejo de Seguridad para seguir las mismas pautas políticas sino para integrar nuevas formas de gestión de los problemas mundiales.


Entre los países del Sur la diplomacia brasileña es vista con particular simpatía por sus posiciones respecto a la crisis ambiental y a la no proliferación nuclear. En el primer caso el gobierno de Lula ha indicado que los países del Norte, y en particular Estados Unidos, son los mayores responsables del calentamiento global y, por lo tanto, los que tienen que hacer un mayor esfuerzo antes que pedir “responsabilidad” a las potencias emergentes.

Respecto de la no proliferación, como indica el experto en Brasil Andrew Hurrell, desde 2004 Brasil se ha alejado de su rechazo la tecnología nuclear y se ha interesado por su desarrollo civil. Al mismo tiempo, ha tenido cuidado de no criticar abiertamente a países del Sur que tienen o podrían desarrollar armas nucleares como India o Irán.

Otro campo en el que Itamaraty está intentado adoptar una posición novedosa es en la lucha contra el narcotráfico. Sin romper totalmente con la US Drugs Enforcement Agency, el gobierno de Lula impulsó el Consejo Sudamericano para la Lucha Contra el Tráfico de Drogas para contar con una perspectiva regional y con visión latinoamericana de este grave problema.

Sean Burges, autor del libro La Política brasileña después de la guerra fría (Brazilian Foreign Policy after the Cold War, University Press of Florida, 2009), considera que Brasil se preparó para el salto internacional empezando por potenciar y liderar la esfera regional. El Mercosur (bloque comercial que incluye a Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) le sirvió de plataforma. Paralelamente, la diplomacia brasileña continuó los planes de desarrollo de infraestructura regional con Bolivia y Paraguay. En 2008 el gobierno de Lula impulsó la creación de UNASUL, Unión de Naciones Sudamericanas con el fin estratégico de crear un mercado común que siga el modelo de la Unión Europea.

El implícito liderazgo regional de Brasil se ha visto en parte obstaculizado por el presidente venezolano Hugo Chávez y su diplomacia del petróleo y la agitación política. Sin enfrentarse abiertamente, Chávez plantea un modelo de choque con Estados Unidos, Europa y otros gobiernos de la región que es exactamente opuesto al diálogo y consenso que busca la diplomacia brasileña.

Este diálogo, sin embargo, se alteró en 2006 cuando el gobierno de Evo Morales nacionalizó el gas y el petróleo y las instalaciones de la empresa brasileña Petrobras. Esto creó serias fricciones con Brasil que es un gran comprador de gas boliviano. Al problema del gas se sumó la presencia de agricultores brasileños que han ido comprando tierras en la zona oriental de Bolivia para cultivar soja. Algunos sectores bolivianos consideran que se trata de una “colonización” por parte del país vecino.


El posible liderazgo brasileño se ha visto también afectado por la lentitud con que avanza el proyecto de UNASUL, debido a las divisiones internas en el continente y la falta de acuerdo sobre tarifas de intercambio.

Burges indica que Brasil no ha conseguido estabilizar a Mercosur como un marco central de referencia en la región. Sin embargo, Lula ha buscado la implicación con países vecinos en promover cooperación, infraestructura, diálogo y consenso, y eso le ha dado la posibilidad de fortalecer la industria brasileña “para la competición global y establecerlo como un país creíble en el escenario mundial”.

Desde Washington, Bruselas y Ottawa se busca la relación con Brasil y se analizan las mejores formas de relacionarse con esta potencia geográfica, demográfica y crecientemente económica, financiera y comercial. La relación de Brasil con Estados Unidos es una de las cuestiones claves para el conjunto de la región. Peter Kingstone, de la Universidad de Connecticut, considera que Brasil continúa siendo “la mejor y más razonable opción como interlocutor para Estados Unidos, y un equilibrio básico frente a Chávez”.


Respecto de la Unión Europea, desde 2007 es un socio preferente y se está llevando un plan conjunto que abarca desde cuestiones comerciales hasta la promoción de la paz y los derechos humanos.

Pero Brasil, al igual que las otras potencias emergentes, adolece de serios problemas internos. Su sistema educativo es muy deficiente, el sistema judicial es disfuncional e injusto, especialmente para los más pobres, y hay muy altos niveles de corrupción y criminalidad. La administración pública es lenta, cara y supone una carga inmensa para el Estado. Si bien con el gobierno de Lula ha crecido la clase media, continúa habiendo una aguda desigualdad: menos del 3% de la población es dueña de más de dos terceras partes de la tierra cultivable.

Una cuestión explosiva es la continúa deforestación de Amazonia llevada a cabo por parte grupos empresariales y caciques locales que la expolian pese a ser considerada un patrimonio de la humanidad. El futuro gobierno brasileño tendrá que ocuparse seriamente de esta cuestión, que podría dañar su imagen internacional.

Brasil es una parte y un reflejo de la nueva configuración del sistema internacional con sus nuevos poderes, nuevos y viejos temas en la agenda de discusión, y diplomacias que dependen fuertemente de la relación entre sus realidades internas y las tendencias externas. Un nuevo mundo en el que Brasil continuará siendo uno de sus más dinámicos actores.

*(Los entrevistados son Monica Hirst, profesora de la Universidad Torcuato di Tella, Buenos Aires; Juan G. Tokatlian, profesor de la Universidad Torcuato di Tella, Buenos Aires, y Gelson Fonseca, ex embajador de Brasil ante las Naciones Unidas)

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