sábado, 12 de noviembre de 2011

Cardoso: "Brasil prefiere ser amado que temido"




Gerardo Lissardy


El expresidente brasileño Fernando Henrique Cardoso dijo que su país "va a tener una influencia creciente" en Sudamérica, pero debe evitar que su predominancia se convierta en hegemonía, porque eso causaría conflictos.


Aunque negó que Brasil tenga afanes imperialistas, Cardoso aceptó que el país puede estar ocupando en la región espacios que Estados Unidos ha dejado vacíos, pero con una posición política "más suave".

Lo que sigue es una síntesis del diálogo telefónico que este sociólogo, intelectual y político del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), que gobernó Brasil entre 1995 y 2003, mantuvo con BBC Mundo sobre la relación de su país con sus vecinos.


Hay señales de que en Sudamérica se empieza a ver con temor o desconfianza la expansión económica de Brasil, el aumento de su influencia y sus inversiones en la región. ¿Esto es natural o considera injustificado el miedo a lo que algunos llaman "imperialismo brasileño"?


No creo que exista ningún imperialismo brasileño, porque el mundo ha cambiado mucho y no cabe más ningún imperialismo en el sentido tradicional de la palabra. O sea, la explotación de un país por el otro, ocupación territorial o dominación de mercados.


Lo que sí hay es que Brasil hoy participa del proceso general de globalización, no sólo en América Latina. Las empresas brasileñas se están moviendo a nivel global. Y eso puede dar la impresión en algunas partes –yo sé que hay esa impresión— de que puede acarrear una hegemonía brasileña en la región. El asunto es delicado y en lo posible el gobierno de Brasil debe tratar, y creo que trata, de evitar que eso se vuelva como una hegemonía.


¿Brasil tiene la aspiración de ser una potencia hegemónica en América del Sur?


No creo, por que la hegemonía involucra una visión política en el límite incluso militar. Esa no es la visión. Tendrá una predominancia económica quizás sí por su peso.


Algunos pueden pensar que una condición para aspirar a ser una potencia hegemónica en una región como Sudamérica es, primero que nada, nunca reconocerlo abiertamente…


(Ríe) Por supuesto que normalmente es así. Sin embargo, no veo que la actitud de Brasil, la política externa o el conjunto de sus políticas, vayan en la dirección de un ejercicio de hegemonía. Por el contrario, Brasil prefiere ser amado que temido. Y los que quieren tener posición hegemónica saben que para tenerla terminan (siendo) odiados.


La preocupación nuestra va al revés. Hay un cierto cuidado en la política tradicional brasileña de evitar que esta predominancia que vendrá por el peso económico, por la población, por el desarrollo técnico y científico, se traduzca en una posición realmente de hegemonía.


¿Está ocupando Brasil hoy un espacio que Estados Unidos dejó libre en la región debido a sus problemas económicos y sus guerras en Irak y Afganistán?


Probablemente sí, pero no en el sentido de los americanos que eran más bien hegemónicos. O sea, se metían también en el control político. Brasil en ese aspecto tiene una posición más suave.


En todo caso, el enorme aumento de las inversiones brasileñas en Sudamérica o el polémico proyecto de construir una carretera en Bolivia sugieren que Brasil no está haciendo beneficencia en la región y lo que busca es un rédito directo para su economía aprovechando recursos de otros países. ¿No es así?


Hasta cierto punto. En la cuestión de las carreteras, yo era presidente cuando hicimos la primera reunión de los presidentes de Sudamérica y pedimos al BID que preparara un programa de integración vial, porque era importante para la integración económica. Eso fue apoyado por todos porque era beneficioso para el conjunto.


Claro que con el desarrollo económico fuerte, Brasil probablemente tendrá más beneficios que otros. No sé, depende de las circunstancias. Yo lamento que los argentinos no estén más activos, que no haya más fusiones de capital y no sencillamente que Brasil compre empresas argentinas.
Pero eso es porque los capitales argentinos se están fugando hacia otras direcciones, no porque Brasil quiera. Pero es ineludible que de una manera u otra, dada la expansión económica de Brasil y su peso demográfico, Brasil va a tener una influencia creciente en la región.


Desde el punto de vista político, ¿Brasil está más activo también en la región?


No, al contrario. Hubo un conflicto de interés entre Uruguay y Argentina sobre la cuestión de las papeleras y Brasil no se metió. En la cuestión del gas en Bolivia, Brasil más bien se adaptó a la reacción del gobierno boliviano.


No creo que exista una política exterior más activa. Hay en términos globales, en el G-20, en la Organización Mundial del Comercio, pero no veo que tengamos en este momento tensión política en ninguna parte de la región.


Brasil tendrá que tener mucho cuidado para no transformar la predominancia en hegemonía, que no nos conviene.


¿Por qué?
Porque eso genera una actitud de conflicto y no es necesario que se produzca una tensión permanente para que el país crezca. No es más como en el pasado. Los mercados no son cerrados y el nuestro creo que debemos abrirlo más.

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